martes, 7 de octubre de 2008

Fritz Lang: el oscuro lienzo del impresionismo.

Nombre: Friedrich Anton Christian Lang.
Nacionalodad: Autro-húngaro (Austríaco).
Nacimiento: 5 de diciembre de 1890.
¿Finado?: 2 de agosto de 1976.
Filmes: Metrópolis; El Doctor Mabuse; M, el vampiro de Dusseldorff; Los Sobornados; Mientras Nueva York Duerme; Más allá de la Duda; La Tumba India, entre otros muchos...
Ficha: http://www.imdb.com/name/nm0000485/

Aquel frívolo vienés que usaba un monóculo en su ojo izquierdo; encarnación del tiránico director alemán junto a Erich von Stroheim y Otto Preminger; capaz de amenazar a sus actores con lanzarlos por las escaleras con tal de obtener una tensión adecuada al cuadro de sus mejores escenas cumbres (evento que le hubiese tocado a Peter Lorre, actor principal en M, autentificar): la vida de Fritz Lang fue casi tan oscura como su predilección por la oscuridad de sus filmes. Pero más allá de esa máscara superficial, encontrábamos una sustancia de reflexión, acción y seguridad en sí mismo de un director talentoso, conciente plenamente de su talento: el reconocido Maestro de la Oscuridad para la British Film Institute. Sus obras fueron cada vez más oscuras a medida que la vida se tornaba más restrictiva para el director.

No estamos seguros de que los genios sean genios desde el momento en que nacieron; este es a veces un problema que nos impide admirar el talento, o lo que es peor incomprenderlo. Lo que sí sabemos es que un buen director (como un buen artista en general) madura con su obra en la cotidiana labor de escoger adecuadamente los proyectos que llevar a cabo, haciendo siempre visible la conexión entre las obras de su vida y su vida junto a sus obras. Lang contó con algo escaso en la mayoría de los genios/talentosos: un lugar y un tiempo dispuesto a escucharlo, es decir, la UFA y Alemania.

Allí trabajó para dos estudios: la UFA y Nero-film. En ellos entró en contacto con la corriente expresionista característica de Alemania por aquel entonces; vale decir una perspectiva estética proveniente de la arquitectura aplicada a otras artes. Mezcló al expresionismo con el cine comercial, obteniendo una curiosa fórmula para el éxito. Gastaba en grande, y sus películas eran monumentales en casi todo: en duración, metraje, fotografía, actores y extras (especialmente estos últimos eran contratados a centenares). Tres películas destacan de esta época: Metrópolis, los diferentes filmes sobre el Doctor Mabuse y M, a la que consideraba su favorita. El Lang de la época de la Alemania pre II Guerra Mundial no tenía límites a su creatividad ni a lo que podía gastar en una película.

Pero su idilio alemán era tan volátil como su matrimonio: él un convencido anti-nazi y ella (Thea von Harbou) una decidida nacional socialista. Los hijos de Lang y Thea no serían de carne y hueso, sino los guiones que escribieron juntos y que él llevó a la pantalla, antes de que Lang dejara Alemania, sus cintas y a Thea (ambos optaron por divorciarse).

Su nuevo hogar al otro lado del Atlántico no tendría la sabiduría del primero, y la vida de Lang se tornó en una lucha por mantener viva la fuerza de su creatividad mientras cumplía con el enrevesado mundo de los estudios hollywoodenses. Atrás quedaron las epopeyas y ahora vendían los dramas policiales, lo que le valió a Lang su entrada en la lista de los precursores del Cine Negro. Destacables son Los Sobornados (The Big Heat), Mientras Nueva York Duerme (While the City Sleeps) y Más Allá de la Duda (Beyond a Reasonable Doubt). En cierta forma, Lang tuvo que vender su alma al diablo de los éxitos comerciales al estilo Hollywood: nada de estética complicada sino más bien geométrica y fría, protagonistas llenos de delirios mentales y la insana emoción de un cada vez más pesimista director, más duro y asfixiante de lo que fue antes.

Lang terminó su vida buscando una buena patria para retirarse. Hoy en día muchos le hubiesen ofrecido su sofá para que reposara sus viejos huesos antes del final, pero quizás la gente de aquellas épocas ocupara los suyos para ver televisión. Pero el telón que cayó sobre su vida fue sólo la pantalla sobre la que se podrían proyectar sus obras: la insana emoción de la tétrica victoria.

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