sábado, 15 de enero de 2011

Cecil B. DeMille, el premio


En ninguna otra industria del entretenimiento en el mundo, los premios son otorgados de una manera tan compleja, llena de pasos y pre ceremonias, donde las expectativas de un premio incluso son medidas con el termómetro de otro, donde los premios compiten entre sí por el prestigio de su premiación, donde incluso hay tanta gente premiando, y donde incluso la nominación es utilizada como un medio publicitario. Donde la premiación en sí es un espectáculo a veces más grande que las mismas películas. Sólo el tamaño y la sindicalización de la industria Hollywoodense hace posible esto: una auténtica fiebre de premios que viene por temporadas, la temporada de premios que abarca más o menos de noviembre a febrero de cada año. De esta forma hay premios entregados por asociaciones de críticos, por sindicatos de actores o guionistas, por institutos, por festivales, por la votación del público, y los más importantes de todos: el concedido por Asociación de Prensa Extranjera de Hollywood y por la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas. El Globo de Oro y el Óscar respectivamente.

Ambos premios tiene categorías que reconocen la trayectoria de toda una vida y un legado en la industria cinematográfica. Sin embargo, en el caso de los Óscar, este premio viene más a intentar corregir los numerosos errores o, dicho de mejor forma, “omisiones” que ha cometido en su larga historia. El Cecil B. DeMille, responsable de premiar los logros de una carrera dentro de la ceremonia de los Globos de Oro, en cambio, ha tenido mucha mayor fortuna, y su desarrollo ha sido realmente impecable (léase: se lo han ganado los duros de los duros de la industria norteamericana del entretenimiento).

Hay dos cosas que me gustan de este premio: la primera, es una categoría a parte dentro de los Globos de Oro, lo cuales premian las realizaciones del año inmediatamente anterior, lo cual tiene sentido si el DeMille va a premiar una carrera completa, de tal forma que tiene su nombre propio y peso propio, dándole un carácter de verdadero reconocimiento al mérito; la segunda, es más preciso en su dinámica de premiación, de tal forma que los premiados comparten algo en común que es tangible, es decir, el premio sigue una lógica, cosa a la que no nos tienen acostumbrados los Óscar.

La idea surgió en 1952, y se llamó de esta manera en honor a uno de los más exitosos directores de todos los tiempos, y cofundador de la Paramount, que así se llevó el primer premio que lleva su nombre durante la 9na entrega de los Globos de Oro. De los que siguieron me gustaría destacar a Walt Disney, Jack Warner y Samuel Goldwyn, verdaderos creadores de una industria; de entre los actores puedo destacar, porque me gustan y los he visto, a James Stewart, Frank Sinatra, Henry Fonda, Gene Kelly, Robert Mitchum y Jack Nicholson; dentro de las actrices (aunque me parece que hay muy pocas mujeres premiadas) las fantásticas Judy Garland, Joan Crawford, Audrey Hepburn, Barbra Streisand y las aún más fantásticas Bette Davis, Lucille Ball y Bárbara Stanwyck.

Este año va al veterano Robert De Niro y como siempre el mundo observa con impaciencia y admiración.

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